Gabo

Mi amiga de Bellas Artes.

Mi amiga.

En el tiempo que no nos vimos Gabo se casó, tuvo dos hija, se separó, cambio de casas y enviudó. Al tiempo que me llamó ya tenía un novio. Ramiro.

En otros tiempos compartimos la vida, los padres, salidas interminables por las noches de la cuidad, amigos en común y muchos secretos.

Quince años después de habernos recibido, o quizás más, soy muy mala con las fechas y la memoria, me pedía que le hiciera una casa.

El Quimilar es un barrio de City Bell y ella había decidido volver a sus pagos.
Me dio algunas consignas, algunas funcionales, muchas que tenían que ver con lo sensorial y otras de incertidumbres respecto de cómo esa casa iba a reformularse en el tiempo….. la vida fluye y cambia a cada paso y eso suele ser una inquietud recurrente en los clientes; bastaba con imaginarse a una mujer separada, viuda en un cerrar y abrir de ojos, con dos adolescentes y un alguien a quien estaba conociendo…

Gabo parece indecisa a primera vista pero no es eso, hasta que ella no está convencida de que es exactamente lo que está imaginando, no dice SI. Y como en eso si que nos parecemos, un poco por nuestro paso por El Bellas, donde todo tiene que ser perfecto, al punto que anula el hacer, entonces fueron jornadas de mucho trabajo conjunto.
Surgieron algunos esquemas, y varias decisiones.

Un zaguán y un patio.

Dos habitaciones, una arriba y otra abajo.

Una galería.

La planta baja es una caja ahuecada, un prisma sobre ella forma la planta alta reservada para Gabo y Ramiro.

La obra sucedió como todas, no sin problemas y complicaciones pero debemos al carácter de nuestra cliente, el haber disfrutado del proceso como en pocas ocasiones, y como las obras nunca se terminan, Gabo va haciendo terminaciones que descubro en cada visita a su casa, en cada cena y en cada tarde de mate.

Cada vez tomo fotos y cada vez la casa me cuenta cosas.

Volver a lo que fue un proyecto y reafirmar que fue acertado es toda una alegría, sobre todo cuando quienes lo viven lo confirman.

Gracias.

Corina.
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¿Será la piedra Mar del Plata? ¿O la entrada para poner glicinas? ¿Serán los patios internos, invisibles desde afuera, llenos de palmeras y portadores de luz? ¿Serán los ventanales que inventan al infinito dibujado entre los árboles de atrás? ¿O será el cerámico transformándose en pasto?

Tal vez sea el calor y el frío de las estaciones del año entrando sin preguntar, tal vez el contraste y la unión entre lo moderno y la naturaleza, tal vez sean las personas que la habitan, entre el silencio de la noche y el bochinche de algún pájaro. Sea lo que sea, hay algo, un no sé qué, que hace que Casa CR sea la más linda.

Manu.