Hay clientes recurrente, hay clientes “emperrados”, hay clientes que vuelven y vuelven sin saber siquiera si es por reconocer nuestra capacidad o por costumbre; o porque somos familia, o porque la casa de fin de semana que proyectamos y en la que pasan gran parte de su vida los cobija, los inspira y les permite soñar. Eso nunca me lo dijeron pero se los ve en las historias que suben a sus redes, eso nos da alguna pista de que es un espacio especial para ellos.

La casa es una caja, un vagón de quince por siete metros, hermético cuando sus dueños vuelven a la cuidad y a la rutina, y completamente abierto cuando ellos lo habitan.
La consigna era un poco esa, o la fuimos construyendo en las primeras reuniones de trabajo.

Un sitio de descanso.

Un sitio de reunión.

Un lugar para desenchufar y encontrarse.

Esa obra hicimos.

Luego hubo intentos de todo tipo.

Hemos proyectado para ellos ampliaciones, hemos visitado casas para comprar y mudarse, hemos construido locales, hemos modelado y remodelado lo que no se construyó; los proyectos de arquitectura también son proyectos de vida, o mejor dicho, sobre todo son proyectos de vida y los espacios habitables solo son el escenario de los sucesos familiares.

Lo recurrente de algunos clientes suelen contarnos de la perspectiva, esa que dibujamos en fugas y nos ayudan a pensar en tres dimensiones, esa perspectiva que nos permite ver a distancia las obras. Creo que lo mismo les pasa a nuestros clientes cuando luego de un tiempo, luego de ese tiempo en donde uno casi no quiere verse porque los últimos detalles nunca se terminan, porque la plata no alcanza, porque el plomero y el electricista no avanzan y porque por algún lado siempre entra agua; luego de cerrar la puerta donde nosotros nos quedamos afuera y los dueños en sus casas, viene un tiempo de silencio. Un tiempo abonado por “el tiempo”, necesario para generar la perspectiva, donde se va dejando atrás el agotamiento mutuo y la evaluación del producto terminado permite volver a ser referentes para un próximo proyecto, una ampliación, una mudanza, un sueño, un nuevo proyecto de vida en el cual poder acompañar.

Gracias a la perspectiva que muchos de nuestros clientes pueden ver, como Brunelleschi en el maravilloso Renacimiento, el renacimiento sucede.

Gracias a ellos por la reincidencia.