Un mensaje de Marina, su hija, me contaba algo de una casa, una casa para sus padres. No llegaba a entender demasiado.

A Marina la conozco como una de las tantas madres de la escuela de nuestros hijos; podría decirse que algo ocasional salvo por el hecho de que de alguna manera y en varios aspectos podíamos reconocernos; aun así, ella no conocía nada de nuestro trabajo.

En el texto mencionaba a Abasto, tierra de mis abuelos. Aldo y Alicia vivían en una casa muy grande y querían mudarse.

Marina me pedía que los asesore para la compra de una casa en Gonnet; mi tarea se resumía en observar que la casa estuviera bien estructuralmente y sin humedad ni problemas que son complejos de evaluar a la hora de concretar la compra de una propiedad.

Aldo tiene una moto y un taller de carpintería impecable.

Alicia fue docente, se le nota, y le gusta la costura. En su vida había pasado por muchas obras y no quería más “problemas”.

El día que visité la casa también los conocí a ellos, aun no imaginaba que iban a ser los clientes más jóvenes de la oficina.

La casa, como bien define Alicia, era fea y no por una cuestión estética, sino porque la sumatoria de remodelaciones había resultado en una casa oscura, con espacios chicos y sin saber si atrás había un algo más, tuve que sortear recovecos, llaves y asomarme por minúsculas ventanas para llegar a ver el patio. Un espacio oculto y negado al interior de la casa.


Me fui con la sensación de que había que hacer algo más que pintar. El punto era que estábamos con clientes de una edad en la que entiendo que uno no quiere más complicaciones ni albañiles, ni gastar más que en el disfrute. Sin mencionar que vivíamos en pandemia.

Aun así, el defecto profesional muchas veces nos gana, no siempre con la misma aceptación de los clientes, pero llegué de vuelta a la oficina y empezamos a delinear una idea.

La reunión para presentar nuestra propuesta fue en una mesa improvisada en el patio de la oficina, con barbijos y bastante frio. -Vamos a pensarlo- dijeron luego de escuchar lo que teníamos para contarles; aún tenían un gesto un poco adusto, por detrás de los barbijos y en sus ojos podía verse que No era lo que habían venido a escuchar,-el barrio nos encanta- dijeron y -si nos decís que la casa está en condiciones creemos que vamos a comprarla-.

Se fueron con los “papelitos” que los arquitectos solemos hacer y que hasta el día de hoy no logro darme cuenta si la gente entiende, no por incapacidad de los clientes sino por la dificultad que tenemos en comunicar lo que estamos pensando, casi como cuando uno va al médico y nos hablan de cuestiones técnicas o cuando a quienes tenemos más de 50 nos cuentan de tecnología.
Un llamado posterior a la reunión nos abrió las puertas al trabajo.

Una habitación se trasformó en comedor.

Demolimos la cocina, para poder ver el parque desde el estar y generamos una nueva en un espacio del patio que quedaba totalmente residual, la nueva cocina ganó metros, funcionalidad y sol. A Aldo le gusta cocinar.

En un altillo con una escalera casi imposible de subir, proyectamos el taller de costura de Alicia que sirve también de habitación para recibir a nietos.

El taller de carpintería de Aldo está justo donde había un cuartito invivible, que ahora está conectado con la casa, -pero no tanto- a pedido de Alicia.

Y había un requerimiento más, la joya del proyecto resultó ser una moto que Aldo tiene y con la que salen a pasear, si, así como lo escuchan, en los días de sol, nuestros clientes más jóvenes que hayamos tenido en la oficina, montan en moto sin rumbo.

Así las cosas, demolimos mucho y construimos otro tanto, a pesar de la pandemia el entusiasmo de nuestros clientes nos alentaba.

Al paso de cuatro meses de obra Aldo y Alicia se mudaron. Ya en retirada sacamos algunas fotos mientras ellos se acomodaban, iban ubicando sus recuerdos de viajes y revisaban la estufa Trómen porque se aproximaba el invierno.

En la puerta les pregunté si podíamos hacerles una foto, un retrato, -de atrás- dije, intentando no incomodarlos, -¿por qué de atrás preguntó Alicia?. – Nosotros somos los protagonistas y queremos que se vea lo felices que estamos- .

Pasó el tiempo, construimos muchos metros más desde el 2021 pero aquella obra nos permitió reflexionar de lo valioso del “servicio” en nuestra tarea, de poder interpretar y montarse al proyecto, necesidades y deseos de otros a quienes ayudamos a mejorar la vida, sin ánimo de ser pedantes ni omnipotentes porque siempre, siempre los protagonistas son quienes habitan las casas y quienes les dan vida.

En particular, Aldo y Alicia nos enseñaron del respeto y disfrute de la vida.

Hace unos días vi una publicación, una foto en la playa, se los veía radiantes.

Les envié un mensaje contando que queríamos contar la experiencia del su casa y pasados un par de días recibí las letras que en adelante pueden leerse.

Tarea cumplida.


''Necesitábamos tener un proyecto que alentara la ilusión de que el futuro existía''

''La casa tenia lo que nos hacia falta, pero... era fea, muy fea''

''Puso manos a la obra''

''De ser un triste pasillo, la cocina se transformó en un lugar amplio, luminoso. En distintas horas del día el sol entra, cómodo, a toda la casa''

''Un cuadradito apenas habitable pasó a ser un lindo jardín, con espacio donde tomar el sol, ver pasar las nubes, los pájaros y disfrutar de un cielo estrellado. Hasta pedirle cosas a la luna!''

Alicia.